Hace más o menos tres semanas que venimos con la cara sobada. ¡Que calor! La remera pegada al cuerpo, los brazos pegajosos, los pantalones largos que se ponen cada vez más incómodos, y para peor, uno busca ponerse los más finitos que encuentra y son esos los que más baba se te hacen cuando rozan la piel. ¡Un asco! Para andar en bermudas, descalzo, sin remera, sintiendo el aire, la sombra, el mate que ya debería ser tereré. Mucho hablamos de la razón, del qué se yo, de que cómo puede ser, de que qué tienen en la cabeza, de un montón de pavadas que si uno se las pone a pensar se tiene que encerrar en un cuarto oscuro y llorar sin que nadie, ni siquiera uno mismo, se vea las lágrimas. Díganme una cosa, ¿cómo puede uno, con lo racional y coherente que es, salir a trabajar a la mañana con cuarenta grados de calor, sin sombra, con pantalón largo, camisa y corbata? Claro, la gerencia tiene aire. ¿Uno labura menos si en lugar de ponerse zapatos se pone ojotas? ¿Uno labura menos si en lugar de ponerse un pantalón de traje o de vestir, el cinturón correspondiente y la camisa adentro, se pone unos cortos amplios y frescos, y, si tiene buen físico, se anima a salir en cuero? Deberían probar, gerencia, aumentaría el plusvalor che. Y para peor, todos estarían de buen humor. ¡Qué cosa rara esa de las sonrisas en lo laboral! Y eso que no me metí con lo demás y me quedé en el círculo cerrado de las personas medias/altas que se involucran con el fetiche de la oficina y el título universitario. ¡Estúpidos! Pónganse ahora a pensar en los que en vez de vestirse con Legacy se ponen un Pampero, tela gruesa, dura e incómoda si las hay. Para amoldarla necesitás uno o dos añitos mínimo (si los usas para ir al río a tomar mate, sino, con una semanita de laburo pampero en esta época estás listo, y hasta quizás te entra un poco más de aire). Todos dicen que tienen ganas de ir a la playa, de ver el mar, de estar de vacaciones. Den vuelta dentro de su cabeza por un rato y piensen si en Centroamérica están todos locos porque trabajan en ojotas. Adecuémonos a los tiempos que corren, que no nos fuercen a estabilizar todo bajo parámetros falsos y estáticos. Seamos nuevos y cómodos y que las reglas se nos acomoden. Vayan caminando con su camisa blanca arremangada, su pantalón negro que chupa calor, sus zapatos llenos de Efficient; pasen por al lado de un portero mojando la vereda y, mirándolo a los ojos con la más absoluta verdad, díganle: ¡Salpíqueme!
Salpíqueme
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