Eso de lo que nos gusta reir

The Darjeeling Limited (Viaje a Darjeeling) – Dirección: Wes Anderson

Recordemos las películas anteriores de éste excéntrico cineasta del humor. Digo excéntrico porque los personajes que constituían a la familia Tenenbaum (sí, esos de los que muchos andaban con uniforme de gimnasia rojo y con muy poca pinta de atletas) o esos que aparecían junto a Bill Murray dentro del submarino de Vida Acuática (sí, esa persona de tez
oscura que imitaba a David Bowie) no pueden ser considerados o enmarcados dentro de lo que la sociedad describe como un ser corriente. De manera más simple, si nos cruzamos a uno de estos personajes de Anderson caminando por la calle no queda otra que mirarlo con ojitos de desconcierto y de curiosidad.
Es exactamente lo que pasa con los tres hermanos que protagonizan el Viaje a Darjeeling (por lo cierto traducción paupérrima, como suelen ser las traducciones, del título de la obra que en realidad representa el nombre del tren en donde transcurre gran parte del film). Owen Wilson, Adrien Brody, y Jason Shwartzman se presentan con tres personalidades y tres maneras de hacernos sonreír y compadecer diferentes. Luego de un año de no haberse visto, Francis (Wilson) invita a sus otros dos hermanos a un viaje turístico por la India en donde en realidad encubre su objetivo de reestablecer una relación espiritual con ellos y reencontrarse con su madre. El momento no es el oportuno, ya que sus hermanos se encuentran en momentos difíciles, uno intentando sobrellevar la idea de separarse de su mujer a dos meses de que de a luz a su hijo, el otro, intentando reponerse de las miserias sentimentales del amor. De aquí es que la situación, que en realidad resultaría bastante desgastante, se torna irremediablemente có
mica.
Lo sutil radica en parte en el ambiente elegido para rodar el film. India. Cultura completamente contrapuesta a la occidental. Rasgos. Hay que prestarle atención al comisario de a bordo del tren, la barba del personaje resalta los ojos disciplinarios que se ridiculizan cuando la cámara enfoque el viaje desde afuera y se lo ve fumando un tabaco con la azafata. Todo es chico, finito, extraño. Ellos mismos son extraños para nosotros. La excelencia de los diálogos encuadra a los personajes dentro de una especie de realismo mágico en donde la exageración en los relatos, los actos, los movimientos hace que lo real se vuelva cómico y consternante a la vez. Son tipos raros y no hay nada más chistoso que la ridiculización de la exageración llevada al límite. Todo se da vuelta y la tragedia misma vuelve a ser feliz. Finalmente resulta bueno reír de cosas que no nos son familiares, y más cuando es esta clase de humor en donde lo que se
destaca y se invierte es lo negativo.
Un detalle para aquellos que la alquilen en DVD. Es absolutamente imprescindible ver el corto que antecede al film. Por más que cuando terminan sus minutos quedemos en una especie de obnibulación frente a lo incierto que pueda llegar a parecer lo que vimos en la pantalla, incertidumbre ante la casi nada.
Otro detalle más, y no es el último. La presencia de Bill Murray. No tiene ningún rol en el desarrollo del film sin embargo es completamente necesaria su aparición.
Por último, y ahora sí, luego del estreno de Shine a Light no hay nada mejor que hablar de sus majestades satánicas. No quiero excederme en el tema (me excedería y por demás si opino algo acerca de la majestuosidad en el manejo y creación de expresiones que tiene
un tal Scorsese considerado ya alquimista) adjudicándole importancia a un film (por cierto a un film que no le falta importancia) que no es competencia de estos párrafos, pero vale la mención de los Rolling Stones y la importancia que su tema Play with Fire tiene en este film de Wes Anderson. La canción suena completa y a la perfección. Se transluce con las imágenes y con la vista y la atención del espectador de una manera subliminal. Se puede decir que pestañar durante esos minutos se le hace a uno imposible. Quedamos hipnotizados. No quiero sacarle mérito a Anderson que seguramente eligió la música y brindó las imágenes, pero los Stones lo sobrepasan en esos pocos minutos del film.
Disculpen el desvío. Es el propio Anderson el que los involucro sin saber que a alguien como yo y muchos otros nos gustaban los Rolling Stones. Perdón, no es que nos gustan. Somos fanáticos.

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