El reir francés


Es extraño como un film en el cual París, su cultura, su gente, sus excentricidades, terminan por saturar a uno de sus dos personajes principales llevándolo al borde de un colapso dentro de sí mismo y con su pareja francesa, causa el efecto contrario en todos esos pseudointelectualesbohemios (tribu prominente en todas esas áreas en donde el estructuralismo setentista francés se introdujo como algo que no era, de la cual me puedo llegar a considerar un simpatizante a medias) que, en cierto sentido, se sienten atrapados por un halo embriagador de vino, humo de cigarrillo negro, arte, música, sexo, y departamentitos desordenados y atestados de libros viejos. En este largometraje filmando con un bajo presupuesto para lo que es el cine internacional y con un cuerpo de actores, por no decir extraño, fuera de lo común (la mayoría son familiares u amigos de la directora), uno se vuelve a enamorar de París. Obviamente no estamos imponiendo este suerte de romance que uno contrae con una ciudad y lo que la constituye. A cualquiera le puede suceder lo que a Jack (Adam Goldberg), un decorador de interiores neoyorquino que decide, junto a su pareja Marion (Julie Delpy), pasar dos días en la casa de sus suegros en París antes de finalizar un viaje por Europa. El guión refleja a la perfección -utilizando un humor impecable en los diálogos que intercalan inglés y francés causando los gestos irremplazables de confusión e impotencia que maneja Goldberg- la inestabilidad que puede llegar a causar la soledad social temporaria instaurada por la inserción ignorante en otra lengua, en otra cultura, en otras relaciones sociales, y la necesidad de una compañera sentimental a la cual apegarse. Desde el lado de Marion, el punto de vista de la historia se vuelve hacia la lucha por reconquistar a su pareja que perdió su confianza en ella en esos momentos en que ella se integra de lleno a la vida y rutina francesas y se vuelve desconocida e incomprensible para él. Es ese estilo de Delpy lo que quizás hace que a uno le vuelva a gustar París. Ella tiene la capacidad de sacarle una sonrisa hasta a ese perrito triste de los dibujos animados mezclando seriedad y compromiso con ternura y suavidad.

No hay que dejar de lado al maravilloso papel que hacen los padres de Marion (los padres de Delpy) que es fundamental para no tragarse las carcajadas. Él, artista izquierdoso, petiso, gordo, y muy muy nacionalista (llegan a resultar cómicos los fanáticos nacionalistas franceses, notable la escena de los autos estacionados en doble fila), y ella, ex - hippie, promiscua y extremadamente sentinmental. El film no delimita al público. Es una película para reírse y pasarla bien más de una vez. A aquellos que sienten un sentimentalismo especial por algunas ciudades, por sus costumbres, su idiosincrasia, por su gente, se las recomiendo ampliamente. Es la segunda película en la que Delpy refuerza ese amor que la misma ciudad de París inspira. Ya con Antes del Atardecer había hecho que queramos sentarnos a leer y a fumar en algún café de esquina sin dejar de lado la posibilidad de enamorarse repentinamente. Y con esta nueva película deja en claro que las ridiculeces de l´amour à Paris y de los besos fáciles arriba de la torre Eiffel pueden llegar a ser ciertas, o por lo menos constituirse como esperanzas certeras.

No perdamos tiempo. Aprovechemos, y lo digo en todo sentido, la ternura y las risas que florecen con esta nueva película del cine francés.


Ficha Técnica

Título: Dos días en París

Guión y Dirección: Julie Delpy

Protagonistas: Julie Delpy, Adam Goldberg, Daniel Brühl, Albert Delpy, Adan Jodorowsky, Marie Pillet.

Género: Comedia romántica frencho intelectualoide, con un dejo de Woody.

En Argentina desde: 27 de marzo de 2008

Orígen: Francia

Duración: 96'

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