Una vieja me dijo
que un sapo contó
de la semilla sepia
que se traga el color.
Color que saltando
y riendo de vida
se enfrenta celoso
a una aliada divina.
Y saltando el sapito,
queriendo a la vida,
enamora la copla
de una piedra, herida.
-Ahora la copla-,
la sierra ordenó,
-la tiene tu sangre
que canta por vos.-
Padece el sapito
en cada canción
y golpe de caja
que acompaña su voz.
-Te digo mi Lucía,
por primera vez te digo,
que tus pies morenitos
acaricien el río.-
-Te digo mi Lucía,
por primera vez te digo,
que los cerros rosados
te tengan de abrigo.-
-Y a vos, mi Leli,
mi Leli chiquitita,
las cosas del mundo
no son suavecitas.-
Sonroja la Leli,
se abraza al amor,
me quita los ojos
y mira hacia el sol.
Mi Lucía, mi Leli, mis dos alegrías.
No olviden la tierra que la higuera sería,
subida en deshechos que fueron volcanes,
-vayan pero visiten-, se los pide su madre.
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