Sobre-todo azul

Una vez más no estuvo a la altura de las cosas que pasan. Pero fue la última por importancia, acontecimiento que nomás de cagón dejó pasar pero que confiando en la posibilidad de determinar la exacta combinación de fuerzas que logra que en determinado lugar, en determinado momento, en determinado yo, exista la precisa distribución de afectos que se necesitan para que le vuelvan a pedir fuego, decididamente va a volver a hacerlo pasar. Una falla, algo que se rompe, el excedente se descubre cuando se interviene en el límite. Esa vez fue el tren que lo esperaba enlatado en el andén. Imposible subirse, imposible no dejarlo pasar. Más vale tirarse frente a él en movimiento. Gracias, le dijo en secreto al que murió. Ahora era solamente miembros despedazados, bañados en la misma sangre que mancha la trompa del primer vagón, el encargado de que la gente se ponga las manos en la boca y abra los ojos horrorizada frente al espectáculo. Pero el sacrificio fue necesario para el sucederse de la acción en otra estación, en otro momento. La falla, el mal funcionamiento, la demora, el colapso del sistema, el amontonamiento de gente. Excedentes. Doble agradecimiento a la víctima. Doble agradecimiento al anormal sucederse de la existencia, al vacío, a los blancos, a los negros, a las dos bolitas de colores que colgaban como guirnaldas de un arbolito de navidad oscuro detrás de su cabeza, confundiéndose en naturaleza.

sapito cantor

Una vieja me dijo

que un sapo contó

de la semilla sepia

que se traga el color.

 

Color que saltando

y riendo de vida

se enfrenta celoso

a una aliada divina.

 

Y saltando el sapito,

queriendo a la vida,

enamora la copla

de una piedra, herida.


-Ahora la copla-,

la sierra ordenó,

-la tiene tu sangre

que canta por vos.-

 

Padece el sapito

en cada canción

y golpe de caja

que acompaña su voz.


-Te digo mi Lucía,

por primera vez te digo,

que tus pies morenitos

acaricien el río.-

 

-Te digo mi Lucía,

por primera vez te digo,

que los cerros rosados

te tengan de abrigo.-

 

-Y a vos, mi Leli,

mi Leli chiquitita,

las cosas del mundo

no son suavecitas.-


Sonroja la Leli,

se abraza al amor,

me quita los ojos

y mira hacia el sol.


Mi Lucía, mi Leli, mis dos alegrías.

No olviden la tierra que la higuera sería,

subida en deshechos que fueron volcanes,

-vayan pero visiten-, se los pide su madre.

ay de mi luna, lunita


Hay un triángulo en el cielo que forman dos estrellas y las puntas de la media luna. Quilla parece polea de un trapecio en el cual se balancea equilibradamente, de un lado hacia el otro, la angustia del mundo. 


El sudor del trapecista que garúa sobre la tierra es lágrima que padece el amor.


Sin embargo, la luna al revés nos devuelve alegóricamente la sonrisa. La cuestión surca el hecho de que el circo es tan alucinantemente verdadero que harían falta mil titanes para poder dar vuelta mi luna haciendo que mi angustia se derrame junto con el río,


y de la mía,


de mi cara,


y de las suyas,


curtidas,


amanezcan sonrisas.